Poco a poco mi cuerpo fue despertando, primero las piernas, los brazos, ya sentía la respiración. Pero mi mente, ah, ella aún estaba soñando, mas bien estaba recordando el sueño, era algo así como una pesadilla: estaba en un castillo en ruinas y yo caminaba por el filo de sus muros, como un gato; daba vueltas y vueltas, parecía un laberinto y justo cuando llegaba a lo que parecía la salida, no había escalera ¿cómo bajar? Miré hacia abajo, la caída era para matarse y sabia, inconscientemente, que si me tiraba, lo iba a pasar mal ¿y dónde estaba mi varita?.... me lancé al vació, la angustia me retorcía el estómago, todos los músculos de mi cuerpo se volvieron unos garrotes, era insoportable, fue entonces que desperté, desperté de puro malestar.
Ahora me encontraba terminando mi sueño de una manera que me hiciese sentir bien el resto del día: Al caer, un desconocido montado en un Thestral de piel aterciopelada me salvó, no sabía quién era el, tan solo sabia que sonreía, como si estuviese seguro de todo, y me miraba fijamente. Extrañamente, una sensación me embargó, no sabia si era buena o mala, pero ahí estaba.
Fue entonces cuando hoy a lo lejos la canción "We fly with Pegasus" con su ritmo alegre y su dúo de cantantes dando gritos a diestro y siniestro. Yo sólo quería un poquito mas de tranquilidad, adoraba quedarme en la cama, a veces incluso horas, pensando. No parecía posible, debía ir al pueblo de Shonytown a recoger unas margaritas que cantaban al crepúsculo para mi abuela Isolda. En fin, alargué el brazo y busqué mi varita con los dedos, una vez encontrada (pues me había topado antes con un libro, un vaso de agua, unas flores secas, un gato, un sombrero, unas gafas y un hada perdida), me llevé la punta de la varita a la sien y cerré los ojos, me di la vuelta sobre mi misma, me apoyé en la cabecera de la cama o asomé la cabeza por encima de esta, justo ahí había lo que parecía un plato gigante de piedra y con algo luminoso en su interior. Separé la punta de la varita a la vez que aparecía un hilo plateado, lo dejé colgando unos segundos, balanceandose, y luego lo vertí encima del plato, apoyé el mentón en las manos y observe lo que el plato hacia, dar vueltas y vueltas mientras las imágenes danzaban dentro.
Si, era un pensadero, quizás no muy grande, pero hacia su trabajo. De todas las cosas materiales que me habían regalado, el pensadero era el mejor de todos, bueno, no había sido un regalo del todo, antes había pertenecido a Ligeia, nuestra fundadora bruja, que lo había guardado en la habitación donde yo dormía y hacia mi vida diaria, y como nadie nunca en siglos la había elegido por ser oscura, con sus muebles negros y su pared de papel pintado color rojo-magenta, su ventanal con arco superior y su techo con bobeda de crucería, pues nunca nadie había descubierto su secreto, el pensadero. Pero a mi me gustaba, era una habitación perfecta, de noche, en el techo, se veían las constelaciones, hechizo realizado por mi abuela y de día se oía el canto de algunos pájaros, además tenia un armario empotrado en la pared, recordaba que de pequeña me gustaba esconderme dentro, me parecía una cueva, y yo su guardiana.
De un salto mas o menos ágil me levanté de la cama mullida y calentita, me puse una túnica amplia y abierta por delante, color malva que no quedaba nada bien con mi pelo. Abrí el ventanal y cerré los ojos, dañados por los rayos de sol matutino.
En Shonytown las cosas eran muy, muy distintas, tenia suerte de que, hace mucho tiempo, las brujas de su familia fuesen tan poderosas, ellas mismas, cada una aportando algo, había creado un mundo aparte, un pueblo con sus costumbres, su clima, sus flores.... pero el pueblo estaba tan lejos, entrecerré los ojos, observé los exteriores de nuestro castillo, los arboles del cerezo, algunos animales, luego un puente rodeado de un lago, y mas allá el pueblo, con sus casas de piedra. En Shonytown casi nunca hacia calor, es mas, el verano pasaba de largo por aquí. Decía la leyenda (mas bien,eran hechos reales) que Dánae Powerful incendió todo Shonytown y fue por eso que las estaciones calurosas dejaron de existir, además, a partir de ahí, empezó la construcción del castillo, sus hijas plantaron arboles y flores, y así estaba hoy en día.
La puerta de salida se abrió sola y salí al pasillo, este pasillo estaba lleno de cuadros, cuadros de retratos, nunca de paisajes, pues a ninguna nos había gustado nunca los paisajes. Pero lo mas curioso era que en este pasillo y en toda la casa solo había retratos femeninos, mujeres Powerful, con mas o menos prestigio, pero nunca hombres, jamás.
Pero ah, no nos reproduciamos solas, ni eramos como las antiguas amazonas griegas, que sólo buscaban hombres para procrear. A esto se le llamaba "Maldición Powerful". Cada una de las Powerful tenia una maldición, siempre pasaba igual, siempre. Las había con suerte y lograban casarse y tener hijos (esto último lo conseguía la mayoría), mas tarde o temprano ocurría alguna desgracia, o morían, o huían, o abandonaban a su mujer, o desaparecian, otros se ahogaban, otros se suicidaban, otros se volvían locos, etc. Siempre.
¿Que cómo había comenzado esto? Nadie lo sabia, pero muchas de nosotras le echábamos la culpa a Ligeia Powerful, ella había sido una mujer muy hermosa, de cuerpo curvilíneo, cabello espeso y marrón caoba, muy poderosa, con una inteligencia intuitiva y primaria, quería parecer mas fiera poniéndose un parche en el ojo; pues bien, semejante mujer había conquistado muchos hombres, jugaba con ellos y luego los abandonaba, ocurrió que una vez humilló a un poderoso mago, y este, en venganza, le lanzó un maleficia tan fuerte que duró hasta el día de hoy. Por su culpa ahora todas tenían que cargar con el hechizo. No hacia falta darle muchas vueltas, en el salón teníamos un retrato de Ligeia, y en efecto, era bellisima, pero con un carácter de mil demonios.
Fue en dicho salón donde me encontraba ahora, viendo todos los retratos, pero entre todos, sólo uno llamaba mi atención, este se encontraba cerca de una de las ventanas. Retrataba a una chica de apariencia frágil, de piel blanca y pecosa, ojos azules y almendrados, nariz recta, labios carnosos, alta y esbelta, muy delgada. Miraba con timidez, escondiendo el rostro delicado, sonreía ligeramente, pero tenia unos ojos tan tristes.... ella era mi madre muerta, había fallecido de pena, de amor, ella, que tanto había querido a su novio, que tanto había luchado por el.... y el la había... ¿abandonado? ¿Habia muerto? ¿Dónde estaba ese padre que nunca había conocido? Se parecía tanto al chico que me imaginaba en mis sueños, alto, piel pálida, ojos rasgados y oscuros... Ya no sabia nada mas.
Me limpie la lágrima que resbala por mi mejilla y pensé en flores, si, debía recoger las margaritas cantarinas para mi abuela Isolda. Pero la extraña sensación aún seguía, y yo no tenía mas que resignarme una vez mas.
The first slam dunk: todo en juego
Hace 3 días